Dr. R. Dean Foreman
La mayoría de las personas se preocupan cuando aumentan los costos de la energía, especialmente los precios de la gasolina. Esto es comprensible, pues en 2019 la familia promedio gastó cerca de $4,100 en energía, según los datos de la Encuesta de gastos del consumidor de la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos (U.S. Bureau of Labor Statistics, BLS).
Durante más de una década, la producción energética ampliada en Estados Unidos ayudó a reducir los costos de energía; esto permitió que los consumidores tuvieran más ingresos disponibles para otros artículos esenciales, como comida, educación y salud, que aumentaron en 27%, 38% y 75% respectivamente, según la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS).

No obstante, con la reciente reducción en la producción de petróleo y gas natural, los costos de energía se han elevado. El precio del crudo, que históricamente constituye el mayor factor en el costo de la gasolina, aumentó casi en 30% año con año (a/a) y por consiguiente subieron los precios de la gasolina en 14% a/a al 8 de marzo, según datos de la Administración de Información sobre Energía de Estados Unidos (U.S. Energy Information Administration, EIA). Las facturas por electricidad y gas natural también subieron más rápido que la inflación general en los precios al consumidor en lo que va de 2021.
Se podrían generar aumentos adicionales en los costos energéticos por la decisión de la administración Biden para detener el nuevo proceso federal de arrendamiento de petróleo y gas natural, lo cual reducirá potencialmente la producción nacional, además de otras posibles acciones que limitarían las operaciones de perforación y fracturación hidráulica. Esto causaría una presión alcista sobre los costos energéticos que después se replicarán en la economía más amplia.
Sin embargo, las opciones de la política energética podrían afectar otros ámbitos además de lo que paga por un galón de gasolina o su factura mensual de electricidad.
Por ejemplo, imagine tratar de llegar a fin de mes si las políticas energéticas estadounidenses elevan los costos de la vivienda y los vehículos, sumados a la energía que requieren. La vivienda, los vehículos y la energía representan más de la mitad de los gastos típicos de una familia.
Si bien desde 2009 el gasto en energía cayó de 10% a 15% en cada renglón de ingresos, los gastos de los estadounidenses en rubros no relacionados con la energía, tales como vivienda, vehículos, mantenimiento y seguros aumentaron mucho más rápido entre los que tienen menos posibilidad de afrontar los incrementos. Los gastos reales de una familia (excluyendo energía) en los hogares que ocupan el 40% de la porción más baja por ingreso del país se elevaron casi 10% entre 2009 y 2019 – prácticamente tres veces la tasa de los hogares más acaudalados. Durante el mismo periodo, el gasto familiar real en vehículos, seguros y transporte público aumentó 35% entre el 20% más bajo de los hogares por ingreso, más del doble de la tasa de los hogares más acaudalados.
Estas preocupaciones se ciernen sobre una economía donde los vehículos y la vivienda recientemente se volvieron incluso más caros para algunos.
Consideremos ahora los costos potenciales de los vehículos eléctricos y la infraestructura de carga, que la administración señala como deseable para la nación transite hacia ese modelo; el aumento progresivo de las normas de economía de combustible que la industria automotriz sugirió en enero costaría más de $1,000 millones anuales; más los incentivos y/o requisitos estatales, por ejemplo en California, que exigen incorporar paneles solares residenciales en las construcciones nuevas, lo cual se estima que añadirá $8,400 al costo de una casa unifamiliar. Cada uno de estos elementos podría elevar los costos iniciales que afectarían de manera desproporcionada al 60% de los hogares estadounidenses que ganaron $53,123 o menos en 2019, según BLS.
Para que quede claro, la industria apoya una mayor eficiencia energética siempre que sea redituable. Pero las políticas que socavan la producción de energía nacional y la regulación abierta que favorece a ciertas tecnologías sobre otras para los vehículos y las casas podría dañar a los consumidores.
En última instancia, mayores costos en vivienda, vehículos y energía quizá requerirían sacrificios en la forma de vivir de los estadounidenses. Las políticas energéticas que podrían aumentar los costos se deberían analizar claramente y dentro del contexto de lo que puede ser asequible para los hogares estadounidenses.
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El Dr. R. Dean Foreman es el economista en jefe de API y experto en economía y mercados de petróleo, gas natural y energía, con más de dos décadas de experiencia en la industria, incluyendo ExxonMobil, Talisman Energy, Sasol y Saudi Aramco, en pronósticos y análisis del mercado, planeación estratégica corporativa y administración financiera y de riesgos. Tiene un profundo conocimiento de los mercados energéticos, la aplicación de analítica avanzada para evaluar los riesgos en estos mercados y la comunicación clara y efectiva con directivos, legisladores y medios.
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María Inés Ojeda Pesquera, Perito Traductora autorizada por el H. Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal por acuerdo publicado en el Boletín Judicial de fecha 8 de marzo de 2021, certifico que la anterior traducción del idioma inglés contenida en 2 fojas útiles por su anverso es a mi juicio fiel y completa.
Ciudad de México, a 17 de marzo de 2021.